Te escribo,
con la sangre,
que te acusaba,
de tener en las venas.
Con algo entre ceja y ceja,
y con el corazón entre piedra y piedra.
En esas venas,
por las que pasa mi alma,
derretida,
por ti,
a ti,
conocida.
Alma,
que merecería,
estar rota,
por ti,
para los días,
que sean días,
y no sueños,
etéreos,
por siempre,
lejos.
Pero
si es la tierra
la que llama,
¿por que estoy
en este aire?
con tus plumas,
su nido,
y mi voz?
que cómo no
es un pico.
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