Se han ido tres a cuenta gotas.
Primero mi ácida mitad,
cubierta de plumas independizadas,
con sus pupilas sacadas,
como monedas con las mías,
de la otra cara.
Segundo mi familia a cuatro patas,
zarpas hermanas,
hueco de su hocico en mis manos
recordando el tacto de tus rizos
empolvados
tras correr, como nadie, por el campo.
Tercero mi copia en años adelantada,
guía de sangre,
ombligo a la altura de mi coronilla,
despertador de consciencia
a madurez sumisa bloqueada.

Se han ido a cuenta gotas
y encuentro tan poco consuelo,
es tan falso un 'adelante'
queriéndoles tanto.
No paro
de andar de espaldas
porque nada me interesa más
que su zarpa y sus manos.

Algo hicimos bien.
Algo hicimos bien cuando nos despertamos
mutuamente la consciencia
de unión entrópica predilecta,
cuando brilló entre traslúcidas y opacas nubes
la acunada perlada
en el hueco de tus manos
sobre olivos enfadados
con su 'ya habéis tardado'.

Cuando hicimos
de nuestros sumisos
cuentos callados
una realidad palpable,
una intención de camino,
una hipoxia intencionada
a la artificial prisa de la manada.

No terminó,
no prevalece,
y con cada lavado de cara
se plastifica la sonrisa que dice
'jamás llegaré
al fondo de mi alma'.

Cuando la publicidad pase de moda,
cuando la novedad se apalanque,
cuando vuelquen tus tierras sobre precipicio
como hoja de libro pasando, nada irá mal.

Cuando el camino sea sencillo,
cuando el elixir de estrés
no cure tus barbaridades nada irá mal
y volverás al naipe del Loco,
bien vestido y merodeando
aquello que deberías disfrutar
pero te alejas de arreglártelo.