Perdona que te escriba a lamentos,
por echarte de menos,
cuando aun te tengo.
Perdona que te avise,
que te pida,
que no me eches,
si me voy,
y algún día vuelvo.
Si solo pudieses
mirarte
en el espejo,
que pulo
y pulo para ti,
para que te veas
desde lejos,
incluso perdido
en las ciénagas que te regalas,
buscando triste
un cuchillo
que consuele a tu alma.
Ya me has regalado
tu voz,
la mía,
incluso la poesía.
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