Music

jueves, 2 de abril de 2015


Una hora,
tonos verdes,
en realidad azules,
golosamente adorados.
El olor contonea tímido
a las puertas de mi armario.

Dos,
las columnas griegas de la ley
se afilan contra mi suelo,
calentando el reverso de los muebles
como si fuera a ser menos visto
que la cara oscura
de la luna en nuestro cielo.

Tres,
plegarias y rezos
pero no hay misericordia
para los que dependemos.

Cuatro,
no gozo
con tus versos improvisados,
ser devota es cosa del pasado
y como novicia ni encuentro mi rosario.

Cinco,
descubro lo bien que sé contar hasta cuatro
y me distraigo con hidratos
pero el postre llega.
Descubro lo circunstancial
de la religiosa regularidad
de nuestras onomatopeyas.

Seis,
se me olvida el  número 7.

Siete,
se me olvida el número 8.

Ocho,
aporreo mis obligaciones
con la esperanza de beber
de la lucidez del álgebra.

Nueve,
juego a ser mecánica
con teclas musicales que no dicen nada.

Diez,
me acostumbro a no recordar
mi nombre en tu garganta.
En la bolsa de mi regalo tienes
el resto de tus cosas,
yo ya no soy una porque
eso no vale.
Ya no juego.
Me quedo fuera.

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