Cuando llegue la tinta al valle blanco
y persistente me exija recapitular
victorias y vida:
Encerraré un pájaro entre barrotes oxidados
le diré que tuve magia
y que con chasquidos
hacía que las piedras me hablaran.
Le dibujaré el manto verde infinito,
el fuego en el cielo
y se me olvidará colorearlo
porque las rugosidades me dirán
que el papel un día fue árbol.
Soltaré al pájaro y pintaré
con la sangre de mis dedos
todo barrote ponzoñoso,
pero siempre,
desde dentro.
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