El charco de agua se levantó
tomando formas compactas globulares,
tragó la luz y se hizo sólido.
Alrededor sólo piedra,
indiferente, fría,
inflexible.
En el suelo granos de tierra,
desparramados, vulnerables,
desesperados.
Sus pasos era acuosos
y los míos
estaban demasiado lejos
para oírlos.
Le goteaban los dedos,
diluyendo el suelo
y borrando
cualquier recuerdo
por el que gritar,
al menos,
de miedo.
Pero el silencio
compitió con la roca
en llenar
mi futuro confinamiento.
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