Quisiera que no fuese egoísta
el pretender ser útil
secándote cada gotita.
Como si ya tu nervio
no me hubiese contado
que a tí entre algodones
no se te pasa lo malo.
Así que retiro
mis ganas de cuidos,
a tus oídos halagos,
por un rezo callado
que tras adjetivos
llegue a la conclusión
de la endereza de tus manos
tocando y al mando
de cualquier trastero
que amenace con ser eterno
en tu cambiante desierto.
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