Pierde interés el suelo
y me ahoga triste el cielo
con tus despidos sin importancia
y las pocas llamas
que me instan a acortar distancia.

Se acopla la cabeza gacha
y las esquinas vacías
donde te busco y no hay nada.

Humilla el triste al sabio
echándole en cara sus palabras
de independencia,
las recuerdo,
pero no cambian nada.

Se fueron el color y la magia
que, supuestamente, yo exhalaba
se quedaron al borde de éste silencio
en el que amor sólo parece
un ideal deseo.

Se quedó tu entusiasta sin ganas
porque, ¿para qué tenerlas
si nadie va a disfrutarlas?

Clamó ante eso
indignación a lloros
mi ego,
mis lóbulos
tanto izquierdo como derecho
exigiendo un yo entero
acorde a sus credos
pero muchas cosas carecen de valor
si no hay algo primero,
y a regañadientes admito
que es el amor que te impulsa a hacerlo.

Con la catástrofe resuelta
vuelven a empujar
hormonas a neuronas,
sacadas de dos voces distintas
pero ambas eternas,
y aquí es donde me rindo
culpando
que no hay suficiente
como para saber
cómo me van a ayudar ellas.