Ojalá no necesitases
tu hada verde
para hablarme
a las tantas de la mañana
para luego despertarte
y hacer como si nada.
A ratos voz,
a ratos suelo
por el que correr
buscando el eco
de algún te quiero,
si lo encuentro.
Y jugar con él
hasta que el cielo
llueva algún líquido de esos
por los que te proclamas hombre
entre lamentos.
Para nada,
porque en estatua acabas
a la luz del alba.
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