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jueves, 11 de septiembre de 2014

Día de prevención del suicidio.

No creo que sea falta de respeto al deseo de una persona ni creo que sea egoísta el pedirle a nadie que se quede. No es que sólo me importe que pueda estar para mi y no considere cuánto sufre en su vida privada, ni tampoco le estoy pidiendo que me evite tener un debate interno sobre porqué lo ha hecho, si podría haberlo evitado, si lo voy a echar de menos o si simplemente me resulta desagradable pensar que algún conocido ha fallecido.

Nos resulta antinatural la idea y cuando nos hablan sobre ello arrugamos la cara como si nos ofreciesen un yogurt de cerumen y por algún motivo animal de supervivencia de la especie nos sentimos en la obligación de consolar a esa persona para que no lo haga.

Mi perro la primera vez que se encontró con un rebaño de ovejas en el campo empezó a correr dando vueltas a su alrededor para juntarlas. No recuerdo ninguna tarde en la que haya charlado con él sobre cómo ser un buen perro pastor...quizás es algún tipo de "información de serie".

Quizás, para nosotros, esa urgencia que nos recorre la columna vertebral cuando alguien nos habla de suicido es también una "información de serie": "¡Corre! ¡Evítalo! ¡Que nos extinguimos! ¡Que después vas a estar triste! ¡Que no vas a entender su ausencia! ¿Y si esa persona es la mejor para procrear y continuar la especie?¿Pero me estás escuchando maldita cabeza portadora?¡Dile algo bonito! ¡Anímalo!"

Pero yo pienso que decir No al suicidio es mucho más. No se trata de ser especialmente condescendientes con la persona. Probablemente ni siquiera esté en nuestra mano solucionarle sus razones. No se trata de hablar con ella día y noche por redes sociales, ni tampoco pretender que su alegría dependa de nosotros.

Creo que esta situación nos tienta y nos da morbo porque ¿qué mejor que apuntarte el logro de salvarle la vida a alguien en tu agenda?Y que bien nos debemos sentir tras la conversación diaria terapéutica más si le hemos hecho reír.

Pero no, no es nuestra oportunidad para sentirnos útiles y realizados. Ni siquiera se trata de hacerle reír.
Considero que lo mejor que podemos ofrecerle a alguien es ser humildes, no buscar que sean con quienes experimentemos una forma de relación más. Respetarlos y dejarte embelesar por su forma de ser. Esto no significa recitarle un poema cada noche sobre lo especiales que son, pero quizás sí hacer el esfuerzo de comprenderlos.

Tampoco apoyo esas ganas irresistibles de darle amor a la persona, entre otras cosas porque son falsas. Supongo que si quieres a alguien no necesitas un ultimatum y si no la soportas está bajo nuestra responsabilidad controlar esas inmaduras ganas de cuidarla.

Pienso que esta actitud debe ser diaria y no esperar a que nos hablen de "lo que no puede ser nombrado" para asustarnos y reaccionar. Esto tampoco significa convertirnos en el buen samaritano-reparte caramelos del barrio.

Quizás lo que realmente pienso respecto a esto es que creo que merece la pena darle importancia al bienestar de la persona que tenemos delante. 
Y es fácil. 
Y no es regándola con nubes rosas cuando nadie más lo haga para buscarnos un lugar especial en su corazoncito paliando así nuestros miedos de soledad (otro sentimiento animal de manada).

Apoyo el enfadarnos, ponernos con los brazos en jarra e irles con el ceño fruncido. No por "con lo que te quiero y lo que me ibas a hacer sufrir si te vas" sino algo más parecido a "con lo que me ha nutrido conocerte, las ganas que tengo de que encuentres una vida plena, con o sin mi, y lo dispuesta que estoy a hacerlo real en lo que pueda".

A mi me cuesta quitarme del medio incluso cuando es lo mejor para la otra persona. Me quejo y me quejaré pero lo respeto.
Es importante saber qué espacio debe haber entre una persona y tú en función de lo que has vivido con ella y no sólo por ti sino por quien tengas ahora al lado: por respeto y dedicación a lo que estés construyendo con ella.

Es decir, que el respeto, el bienestar y el dejarnos embelesar tiene sus límites. Absolutamente no pienso que sea estar lo más cerca ni ser lo más dulce posible.
Adoro esas personas que cuando hablan de otras se les lee entre líneas el cariño y la admiración que sienten por ella, yo quiero eso para mi y creo que es lo mejor que puede recibir cualquiera pero no está bien buscarlo a la fuerza, encontrarlo y atarlo con candado a un tobillo.

El decir no al suicidio no es como coger en brazos un conejito, acariciarlo y protegerlo de cualquier cocinero. Es procurar que su vida sea lo que ellos necesiten en cada momento para ser feliz, sentirse bien consigo mismo y probablemente nosotros no disfrutemos de ello.

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