Hicieron de pantalla
las preocupaciones circunstanciales
en mitad del campo de batalla.
Me desquité con enemigos fieros
y me manché la cara
con la misma tierra
que hoy cubre sus cuerpos.
Nadie animó mi avance,
todos esperaban que cayera
desprevenida
por culpa de alguna flecha.
Enervé a muchas bestias
que rugieron para salir de caza
como recompensa.
Reclamé los refuerzos de mi paciencia.
Nunca abandoné.
Ellos quisieron desistir
pero usé armas poco ortodoxas
para obligarlos a pelear.
Hubo concilios de dirigentes en otros planos
que en burocracia
y palabras que se llevó el viento
se quedaron.
Los ataques aumentaron
y llegaron por flancos poco esperados.
Con tensión saboreé
la decisión de improvisa o perece.
Con la solemnidad del mártir
el Cáster dejó pasar soles y lunas
que,
mal hecho,
iluminó treguas y oscureció hordas
fáciles a nuestra ira
pero sigilosas en la noche
consiguieron someter
a algún hermano druida.
Hierve pero
mejor calma.
Aquí,
ahora,
las preocupaciones circunstanciales
hacen barrera
y cargo a ellas para llegar
a lo nuevo que piensas,
con fe de supervivencia,
a lo que crees que te has dado cuenta
y ejecutar aquello que te impida
querer que yo gane esta guerra.
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