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jueves, 9 de enero de 2014

Madrugadas decoradas con encuentros sin palabras,
la ebullición del no,
el rendirse al adios.

Buscarte y no asustarte
con frases de etiqueta
que corazones de publicidad
nos enseñan
pero no es nada nuevo
porque hasta a tu lado
mis frases binarias
ya se guardaban.

Llamarte al vacío
y conseguir esa nada
que, como gran amiga,
siempre nos acompaña.

O que te llame el invierno de mi espalda
prado blanco donde tengo
costillas de hielo que abrazan
y amenazan con no ser útil cuando caiga
rompiéndose en trocitos que
nunca serán agua,
alimento de este verde
que aun seco
imita los surcos,
como tú y tus manos,
imaginarias.

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