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miércoles, 4 de septiembre de 2013


¿Por qué lloras, cueva mía?
¿Por qué tu blanco me adorna grises?
¿Quieres que te seque
con mi aliento
el hueco que,
desde mis dedos,
en sombra vive?

No llores, pared mía,
aunque me inundes
no traerán la sal
las sábanas mojadas,
ni los susurros volados,
ni los zapatos vacíos,
esperando,
enfriados

a que me lleven
de camino a casa
sin espadas ni armas
con las que ser una
ante el brío frío
y con mi cabeza
por precio al mañana.





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