Hace que te busco,
musa,
como de aquí
a cuando me dormía
tras la ventana
que él acariciaba
menos con las manos
y más con la tinta.
A veces no quiso que le viese
y tú te reías
porque con sus versos era suficiente
los mismos que ahora escribo
buscando en qué soy deficiente.
Pero él ya lo sabía
y esperaba,
precabido,
tras una piedra
que habría despedazado
en trofeos
que llevar en anillos
hasta que cubrisen los dedos
que yacen sin fuerzas
para crear esas tormentas
que bajo cuerda
motivaba a crecerlas.
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