Se hunde la zarpa en el barro,
le aúlla a la luna lupina
y se rie el ciervo desde la colina
del monstruo atrapado.
Cantan plumas entre ramas
de esas zarzas
que el lomo arañan
y respira aire
bebe agua
pero ni por dentro arde
ni la tierra por su propia alma
es pisada.
Ruge por costumbre,
aúlla por miedo,
llama a veces
pero repele desde lejos.
Echa de menos o no quiere
algo que perdió hace tiempo
y el árbol se ríe
porque está atrapado
entre débiles zarzas
que deshonran el nombre
de bestia de las montañas.
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