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domingo, 29 de junio de 2014

Por lástima, decencia,
educación o paciencia
dobla la dama la espalda
a la situación que no le agrada.
Observando a sus allegados
con ojitos pintados como platos
mancillar los gestos
que si ella hubiese hecho
no cabría duda
de la virginidad del proceso.

A la onda que enmarca su cara
acuden los de capa y espada
que no saben ni cómo usarla
ya sea para ignorar
o estropear
con lamiosos besos al azar
que dejan a la dama
antes fresca y arreglada
sucia y cansada
de tornarse al barro,
hacerse al zapato,
actuar conforme al momento
de éste joven viejo
que la tiene
entre noveleros quieros.


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