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martes, 16 de mayo de 2017


Castizo el karma,
orientación divina,
aprendizaje eterno.
¿Y qué si caemos
en terrenales deseos
de una segunda mitad
que azuce nuestro peso?

¿De qué sirve
la lección del desapego
sino es para las noches en velas
y la ristra de momentos
que, contados,
a nadie le interesan?

La mente se licua en lago,
por resignación o cansancio,
pero tú y yo, éter,
tenemos una charla pendiente
sobre que no hace falta
una trascendencia divina
para disfrutar el tiempo
mientras nuestros cuerpos vivan.

Aunque al sol le confunda
ahora toca dormir
y espero pausarme ya
con mis gajos de naranja
porque las despedidas no compensan
por mucho que te ayuden
a tu transcendencia.

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