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domingo, 8 de febrero de 2015

Es mi espalda
la escalera de tu ombligo a tu garganta.
Es mi cuna
tu voz desesperada
que me pide ser muda
en asuntos, guerrero, de espada.
Sé por tu sonrisa cansada
que tengo bandera
en romperte como quieres que te rompa
el esquema
de ser tú quien proteja.

Pero sólo
es honor de guardián,
moral implantada,
enfermiza necesidad
de devolverme sana.
Soy la falda noble,
demasiado joven,
como para no encumbrar
la carrera de cualquier capa
que pretenda ganarse favores
para vivir solo en la batalla
con caballeros
por los que no sonreirías
bajo ninguna manta.

Ocho años no son nada
comparados a la inmortalidad
de la deidad despertada
para comenzar una vida
en la que ni queriendo
podríamos compartir espalda.




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